jueves, 27 de junio de 2019

No me gustan los grupos


No me gustan los grupos humanos. No me gustan, porque son la multiplicación enloquecida de la mente del más humilde de sus individuos. No me gusta nada, porque le quita a cada integrante su propio sentido de pertenencia y se lo regala a una multitud con incertidumbres acumuladas, convirtiéndose luego, todo ese gentío, en esclavo de la pertenencia al grupo, al grupo fundamental.

Entonces es cuando comienza la función. El grupo dice tener “identidad” y se pasea por las calles, las casas, los medios y los libros, muy risueño y seguro él, con eso de la identidad. Hay actos, se inventan colores, material de promoción y un silbatico muy estridente para anunciar el éxito de la unión de ese pocote de individuos insuficientes para ellos mismos. Hay roles que parecen ser más importantes que otros dentro del grupo, y parecen también recibir mayor reconocimiento. Estos roles “importantes” se van erigiendo, con la aprobación de los más complacientes e interesados, en los jefes, en los orientadores, en los nuevos dioses. Se establece la primera división; ya son dos subgrupos. No hay debate, no hay discusión: “las cosas son como son, amigo mío, y cualquier intento sería traición al monolito”. Es entonces cuando los representantes de los roles menos importantes se van indignando y, ante la imposibilidad de tumbar al líder ilegalmente autoerigido, deciden salirse y crear su propio grupo.

Así es, pues, con la justicia como bandera, se crea la segunda división, el segundo grupo no tan fundamental. No tardará este flamante segundo grupo en practicar los mismos vicios del primero: son los mismos ángeles salvadores. Pero antes, mostrarán su nueva bandera, sus nuevos colores y uniformes, su —ahora sí— contundente manera de pensar y hacer, muy distinta a los del “otro grupo”. Eventualmente, se repetirá la historia de amor y dolor. Esta multiplicación, esta mitosis sucesiva, infinita, puede durar años en darse y es por eso que, quienes presencian el espectáculo actual no viven lo suficiente como para comparar entre el pasado y el presente, entre lo anterior y lo actual, entre lo “bueno” y lo “malo” para crearse un criterio. Por esto, en esta sociedad moderna y en la que es tan fácil argumentar con la vehemencia del caso, estamos infestados con grupos puristas, radicales y enfurecidos permanentes, con grupos académicos de maletín, que a falta de experiencia directa, optan por las versiones de la historia que más les complace, una historia escrita con manos interesadas y que claro, para variar, no para de fortalecer los grupos existentes.

Pues, aquí estamos, repletos de grupos, rodeados de pequeñitos e insuficientes mundos como para poder caber todos, mientras los que no se deciden todavía por el grupo por el que darán la vida, si hiciera falta, seguimos viendo el desfile con no mucho interés. Sin embargo, quién sabe… puede ser que me veas el año que viene hablando raro, disertando en la plaza o en la asamblea, representando a mi grupo, cumpliendo a pie juntillas con esta desfachatada aberración de la sinergia.


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