martes, 11 de febrero de 2020

Sobre Joaquín Phoenix y el discurso sobre la naturaleza (Artículo)



Muchos vimos el acto de entrega de los premios “Óscar” el domingo pasado y claro, la victoria de Joaquín Phoenix por la actuación en Joker era casi un mandato popular y de los que saben de eso. En su discurso —bastante sentido, por cierto— destacó varios aspectos personales que necesitaron mucha valentía para salir ante semejante audiencia, lo cual sitúa al actor en un plano de conciencia y de autocrítica muy distinto al mismo sistema que lo condecoró como mejor actor.

Para quien escribe, desde hace algún tiempo, uno de los aspectos más valiosos de un ser humano (sacando por el momento a los sicópatas) es la coherencia, la consistencia entre lo que siente, dice y hace, y me parece que Joaquín está coqueteando con esa coherencia máxima. Entre los argumentos que esgrimió en el escenario estuvo la lejanía del ser humano del mundo natural, tomando como ejemplo la separación de la cría de la vaca para efectos comerciales y la sustracción posterior de su leche, también para el beneficio humano.

Respecto del discurso/argumento de las personas sobre la Naturaleza y su sabiduría, me parece que es acertado en el sentido de que la naturaleza establece sus mecanismos y equilibrios propios que resultan en la supervivencia sostenible de un sinfín de especies animales y plantas de variedad y belleza sin igual, al menos en los planetas más próximos. El argumento de Joaquín sobre la conducta humana en contra de esa sabiduría de la naturaleza gana adeptos porque es cierto, si lo vemos desde el punto de vista romántico: el ser humano saquea mientras infringe las leyes de la naturaleza, lo cual atenta, por mera inconciencia y hasta por falta sentido común, contra su propia supervivencia.

Ahora bien, si el argumento de que la sabiduría de la naturaleza garantiza la sostenibilidad y la permanencia de sus pobladores es indiscutible, podríamos también estar incurriendo en un romanticismo algo ridículo al tratar el tema. Es importantísimo establecer que la Naturaleza no tiene moral, no actúa con ética simplemente porque estos conceptos son productos de la mente humana, y ante la incoherencia de la mente humana, algunos casos del mundo natural pueden resultar una barbaridad, incluso, para los que defienden el discurso a favor.

En el mundo natural, lo que el ser humano llama “promiscuidad”, lo que denomina “robo”, lo que etiqueta como “egoísmo” y que a todas luces son actitudes inmorales, indebidas o al menos mal vistas en la sociedad, no son nada extraños. Si usted ve un video de un león matando a las crías del jefe anterior de la manada para establecer su propia descendencia; si usted mira a las hienas quitando la mitad de lo que los demás depredadores cazan para comer; si puede observar a dos animales peleando por un territorio de decenas de kilómetros cuadrados, y transfiere todas estas acciones al ser humano, no cabe duda de que los juzgará indiscutible e inflexiblemente como un delincuente. Llevémoslo a un contexto cotidiano: quienes comemos carne lo hacemos porque no tenemos que cazar a la presa: o no tenemos la fuerza, la constancia o la pericia, o simplemente no tenemos las agallas para quitarle la vida a un animal y embarrarnos las manos de sangre para conseguir nuestros alimentos. Muchos nos volveríamos vegetarianos o veganos, sin duda, si se plantease esta situación extrema.

Así que esa sabiduría de la naturaleza no es que sea mentira: es que nosotros no somos capaces de asumirla como verdad debido a nuestros esquemas mentales y sociales bien atornillados en el transcurso de nuestra vida, y como cosa rara, de asumir el ser humano el nuevo régimen natural y dada la experiencia de milenios, este sería un régimen hipócrita e inconsistente que nos llevaría, en algún tiempo más adelante, a otra crisis generada por quienes se atreven a señalar el saqueo y la barbarie —por la razón que sea—, como bien lo hizo Joaquín Phoenix.

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