Quienes ya hemos echado un vistazo
a cómo van las cosas debemos estar de acuerdo con que el ser humano de la
actualidad, en medio de su inconciencia, está destruyendo el medio ambiente y
su mundo interior. No hay que ser científico, siquiatra o sabio: la cosa está
mal… la estamos embarrando.
Como expresión trillada, pero
cierta, la solución es el surgimiento de la conciencia en todo el mundo, esa
conciencia que restablecerá el equilibrio interno y externo del humano para
garantizar su supervivencia física, sicológica y espiritual.
Pero, ¿cómo sería ese ser humano
nuevo? ¿Cómo serían ese hombre y esa mujer que vendrían a desactivar la locura
diseminada por todos los rincones? Obviamente, deberán ser distintos a lo que
tenemos ahora. Pero, ¿cuán distintos? ¿Cuán distintos a nosotros? Quizás lo
suficiente como para que no nos gusten, como para que no nos caigan bien, como
para que le hagamos la vida imposible hasta que desistan de su propósito.
Los humanos de ahora tal vez no
dejarían florecer al ser humano nuevo, equilibrado. Sería como meter unas
ovejas en el corral de los lobos para tratar de cambiar a los lobos. Sería un rápido exterminio al intruso. Quien
teme atacará al que no teme. Quien está infestado de apegos atacará al
desapegado. Quien depreda atacará a quien se integra. Quien se idolatra en su
pequeño mundo atacará a quien se siente parte del universo.
Bajo esta óptica, tal vez eso de
querer una nueva manera de vivir es puro gamelote. Tal vez eso de convertirnos
en algo que tememos u odiamos nos parezca todo un suicidio. Tal vez, y para
terminar, eso de sobrevivir ya haya pasado a ser, de un futuro prometedor a una
utopía demente de seres enloquecidos que va destruyendo todo lo que necesitan
para seguir viviendo.
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