miércoles, 12 de junio de 2019

Sueños ajenos


Sueños ajenos inoculados desde las aún festejadas tres carabelas repletas de criminales marginados, enceguecidos por la fortuna.

“El venezolano es flojo, vivo”, nos dicen desde chiquitos. Por lo tanto, me voy bebiendo sorbo a sorbo eso de no ser venezolano, mientras el mensajito imbécil se instala en nuestra cabeza.

Compendio de razas hacinadas en un mismo territorio en contra de sus voluntades arrodilladas, a las que les cuesta sentir orgullo de esta mezcla no solicitada, llevada a cabo, en principio, por la violación de seres humanos entonces descritos como animales.

Sueños ajenos que se apoderan de nuestras horas, de nuestras creencias, de nuestras voluntades, de nuestras decisiones, para finalmente adueñarse de esta, nuestra historia repetitiva y fastidiosa de contar.

Sueños ajenos que perviven muy dentro y que nos aleja de eso que llamamos identidad.

Sueños ajenos y sofisticados que cada vez noquean a esta memoria colectiva frágil que, invariablemente, nos empuja a anhelar un pasado mejor que nunca existió y que misteriosa e inexplicablemente nos trajo a este drama.

Sueños ajenos que en parpadeante retórica reclaman la reconciliación, pero nuestra memoria bien entrenada para la calamidad nos impedirá saber si alguna vez estuvimos en conciliación.

Finalmente, esos sueños ajenos se plantan en definitiva para exigir rentabilidad, resultados, y es cuando no hay vuelta atrás. Es entonces cuando se elevan las anclas y desaparece el arrepentimiento posible para morir lejos, aunque calentitos, de esto que pudo ser un sueño propio, mancomunado, grandioso, llamado “Venezuela”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario