Se me antoja que
si Simón José Antonio no hubiese perdido a su amada Marquesa del Toro, hubiese
dedicado su vida a su familia y a sus negocios; se me antoja también que
hubiesen pasado años viajando por el mundo con todos sus bolívares, vivido en
la pujante Europa durante sus años maduros para luego terminar sus vidas en sus
haciendas, en estas tierras de múltiples paisajes y colores, tan españolas
ellas, en la ya longeva Capitanía de Venezuela. Pero no. Su amor romántico
murió por culpa de un bicho y ahora tenemos al General Bolívar como a nuestro
Libertador. Ese fue su rebote.
A la luz de este
antojo, ¿cuáles serían las circunstancias que motivaron que las grandes personalidades de la humanidad llegaran a ser tales? ¿Cuáles fueron sus rebotes?
Existe una gran tentación por describir a estos personajes como de grandes
almas, cuando sabemos por chismes que muchos fueron seres tímidos, atormentados
y hasta sociópatas.
Pudiera ser que a
quién se le dio por liberar a un pueblo del yugo extranjero tuvo como
motivación liberarse, en primer lugar, del yugo de su padre. Se pudiera ventilar
que a quien le dio por ser el mejor en su área lo hizo porque siempre fue
cuestionado cuando niño. Incluso podría decirse que quienes se destacaron como
genios del arte o la ciencia, tuvieron la “ventaja” de la soledad que produce la
desatención parental.
En el otro
extremo, se pudiera afirmar sin mucho temor al desatino, que quienes tuvieron
vidas más apaciguadas, lubricadas con afecto, entre caricias y pequeños
reconocimientos, nunca fueron “grandes celebridades” de nada, sino para su
familia y amigos, para luego terminar, felizmente, en el anonimato colectivo.
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