Mente, cuerpo y espíritu, he escuchado por
ahí. Siempre lo dicen. El cuerpo, está claro, fácil de ver y saber de él. La
mente, que al parecer es o habita en alguna parte del cerebro, también es fácilmente
ubicable, aunque no entendamos bien cómo funciona. Pero, ¿el espíritu? …siempre
ha tenido un tinte oscuro y misterioso. A veces parece solo una proyección, una
construcción de la mente, es decir, del cerebro. En este respecto, he sentido
cosas extrañas que no he podido ubicar.
He tenido sensaciones que parecieran ser mucho
más profundas que un pensamiento, que una idea, e incluso que una creencia. He
vivido silencios absolutos en los que la mente parece perder el protagonismo y detenerse,
dejándome en una especie de tranquilidad y de gozo muy novedosos para mí. En
medio de esos paréntesis, he creído ver a la mente funcionar y complicarse
solita desde un punto superior, desde un espacio vacío, como si la viera desde
arriba, como desde un vuelo.
Es todo muy raro. Parece un sueño. Mientras
floto en ese espacio, parezco abstraerme de la mente y del cuerpo para
observarlos cómo actúan con detalle. He notado a mi mente enredada en sus
pensamientos, tratando de mortificarme con los asuntos pendientes. Y cuando doy
de nuevo el salto al espacio, a la nada, veo con claridad que realmente no
tengo problemas, que era puro drama del momento. De vez en cuando, la mente y
sus pensamientos parecen agarrar tanto impulso, tanta velocidad, que más bien
se asemejan a una máquina fuera de control a punto de descomponerse. Es
entonces cuando doy de nuevo el salto y veo todo el escenario, sin drama, sin
sobresalto y pongo orden en la pea.
Todo parece controlable desde ese nuevo
punto de “vista”, de amplia tranquilidad, en el que parece no haber costumbres
o miedos del pasado que condicionen lo que hago, ni tampoco la ansiedad fastidiosa
del porvenir, de las cosas por hacer. Ese espacio mágico misterioso se me parece
mucho a lo que he estado escuchando sobre el espíritu.
Si es eso el espíritu, si plantea ese nuevo
escenario para existir, esa torre de control estabilísima aparte del atropello
cotidiano, bienvenido sea. Si es el espíritu esa nueva manera de verlo todo,
como si estuviese en un helicóptero dentro de mí para poder ver claramente las
formas y los caminos a seguir, la verdad es que me quedo con él. Aunque esos
paréntesis, esos períodos de vuelo silencioso por ahora son muy breves, seguro
puedo prolongarlos para lograr algunas cosas interesantes, con mi mente, sobre
todo, que pasó no sé cuándo a ser, de una herramienta magnífica, a ser el gobierno
usurpador e ineficaz de mis días; que permanece en ruido permanente, como el
niño fastidioso que trata de que le haga caso y que haga valer todo lo que
sufrí y aprendí en el pasado; mi mente, que desde aquí parece haber ocultado,
con argumentos leguleyos y muy brillantes, hasta ahora, a esta conciencia
superior a la de ella, a esta profunda, increíble y absurdamente desaprovechada
dimensión de mi existencia.
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