lunes, 11 de mayo de 2020

Otra palabra manoseada: Amor


Amor, otra palabra manoseada. En los libros, en el transcurso de la historia, en la casa, de chiquitos o según boleros de la radio. Quién sabe de dónde salió tanta falacia. Lo cierto es que el amor se convirtió, a fuerza de manipulación acomodaticia, en la razón de vida de muchos, que en extraña paradoja, no parecen entender qué cosa es esa tan nombrada, tan gritada a los “cuatro vientos”, tan bordada en tanta bandera. Por algún esguince de los tiempos, el amor se convirtió en motivo de guerras, en calamidad personal, en el sufrimiento que se coló en el paquete soñado. Como un acto siniestro de magia, “el que no cela no ama” o “te amo con locura”. El amor llegó a ser ese fluido especial que solo verteríamos solo en unos cuántos: mi mujer, mi hombre, mis hijos, mis padres y hermanos, mientras camino por ahí destrozando al resto. Así que podemos ver gentes que “aman” con demencia a dos o tres y no aman a más nadie. Es una forma ridícula y pretensiosa de amor: un amor selectivo… como si el amor fuera un chorro dirigible. Convertimos a ese portento de sentimiento, de manera de ser, de estar en equilibrio, en solo una forma de demostrar lo primitivos que somos, ¡y a mucha honra! Convertimos eso que llamamos amor en una licencia para mortificar al otro, para atraparlo, para maltratarlos sin nos abandonan, en una adicción que como tal, no cesará. Y olvídense de “amar al prójimo como a ti mismo”, porque “timismo” no sabe qué es eso, no se ama y por tanto, no sabe dar de lo que no tiene. Pasión loca, afinidad familiar, vocación por ayudar a los demás, de mantenerlos en dependencia y de esperar agradecimientos. Quién sabe cuándo murió el amor verdadero, el que deja ser, el que comparte, el que suma sin restar, el que libera, o en qué engendro destructivo se ha convertido, porque esto que escuchamos ahora del amor es más bien digno de visita a un profesional de la mente, de una caja de pastillas, encierro y sueño.

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