Otra palabra manoseada: Amor
Amor, otra palabra manoseada. En los libros, en
el transcurso de la historia, en la casa, de chiquitos o según boleros de la
radio. Quién sabe de dónde salió tanta falacia. Lo cierto es que el amor se
convirtió, a fuerza de manipulación acomodaticia, en la razón de vida de muchos,
que en extraña paradoja, no parecen entender qué cosa es esa tan nombrada, tan
gritada a los “cuatro vientos”, tan bordada en tanta bandera. Por algún
esguince de los tiempos, el amor se convirtió en motivo de guerras, en calamidad
personal, en el sufrimiento que se coló en el paquete soñado. Como un acto
siniestro de magia, “el que no cela no ama” o “te amo con locura”. El amor
llegó a ser ese fluido especial que solo verteríamos solo en unos cuántos: mi
mujer, mi hombre, mis hijos, mis padres y hermanos, mientras camino por ahí
destrozando al resto. Así que podemos ver gentes que “aman” con demencia a dos
o tres y no aman a más nadie. Es una forma ridícula y pretensiosa de amor: un
amor selectivo… como si el amor fuera un chorro dirigible. Convertimos a ese
portento de sentimiento, de manera de ser, de estar en equilibrio, en solo una
forma de demostrar lo primitivos que somos, ¡y a mucha honra! Convertimos eso
que llamamos amor en una licencia para mortificar al otro, para atraparlo, para
maltratarlos sin nos abandonan, en una adicción que como tal, no cesará. Y
olvídense de “amar al prójimo como a ti mismo”, porque “timismo” no sabe qué es
eso, no se ama y por tanto, no sabe dar de lo que no tiene. Pasión loca,
afinidad familiar, vocación por ayudar a los demás, de mantenerlos en
dependencia y de esperar agradecimientos. Quién sabe cuándo murió el amor
verdadero, el que deja ser, el que comparte, el que suma sin restar, el que
libera, o en qué engendro destructivo se ha convertido, porque esto que escuchamos
ahora del amor es más bien digno de visita a un profesional de la mente, de una
caja de pastillas, encierro y sueño.
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