viernes, 31 de diciembre de 2021

Nuevas creencias en defensa propia

Nuevas creencias en defensa propia. Nuevas creencias que permitan que la vida fluya solo con los dramas que merezcan la pena vivir. Eso necesitamos. Seguir a cuestas con plantillas ajenas de cómo vivir nuestros días ya sacó la llaga correspondiente y hay que parar. Ya basta. Compartir preocupaciones no es suficiente para vivir. Revisar los arrepentimientos del pasado o empeñarse en un sueño que no cuadra con nuestros esfuerzos, capacidades y necesidades resulta después de años en demencia evidente. Nuevas creencias, sí. Que no puedas demostrarle a los vagos en qué consisten o su veracidad, eso es cosa del pasado. Ahora lo que importa es deslizarse sin propinar heridas, sin crear nuevos malos recuerdos, sin desperdiciar el regalo de la vida.

lunes, 13 de diciembre de 2021

Una creencia para vivir mejor

Las creencias son marcos para vivir. Si bien para quienes no las comparten son solo una "creencia", para quienes las practican son una verdad. No hablo de creencias religiosas solamente, sino en sentido amplio. Unas de las características de las creencias es que no pueden ser demostradas en forma objetiva, pero eso sería solo un detalle a la hora de evaluar su utilidad. Sin embargo, si bien no se pueden demostrar, resulta interesante que quienes las practican ya establecieron una relación causa y efecto entre su práctica y los resultados sistemáticos obtenidos. Por ejemplo, si yo uso tomate verde para quitar las manchas en la piel porque cada vez que lo uso se me quitan, muy poco podría lograr un argumento médico-científico en su contra. Así que, entre otras consideraciones, a la hora de criticar una creencia, hay que evaluar si esta forma parte de un marco para vivir mejor. En caso positivo, nuestra erudición poco podría lograr en su contra. Y por supuesto que estoy excluyendo a quienes dicen tener creencias pero no las practican.

viernes, 4 de junio de 2021

El amor basta

Como es fácil notarlo, estamos perdidos. Perdidos en el paraíso del que salimos y al que, al parecer, juramos exterminar. En la búsqueda de una aritmética, de alguna lógica que permita alguna claridad para volver a ese estado de inocencia que nos restaure al equilibrio con lo que somos realmente, con lo que nos rodea; y algo aturdido, buscando por debajo de alguna piedra, se propone que con el amor basta. Pero no se trata de esas caricaturas del amor que hemos fabricado durante siglos: ese amor sacrificado, desgarrado, apasionado y violento; ese amor que duele y que cuesta ejercer porque, al fin y al cabo, no sabemos de qué animal extraño estamos hablando. Me refiero más bien a un amor de pantalones largos ganado a la conciencia, que ya haya salido de las vorágines fértiles e ilusas de la juventud y que haya entrado, finalmente, en un estado calmado, reflexivo, consciente. Se trata de un amor universal, no mezquino, no restringido a la facilidad de “amar” a unos pocos y al resto me los paso por el forro. Me refiero a un amor que se manifieste indistintamente hacia uno u otro y no como si fuese el agua que sale de una manguera o la bala de una pistola. Hablo de un amor que no tenga qué perdonar porque conoce el origen de la ofensa; de un amor que no cree ni cobre deudas, porque lo que dio está dado y, como fenómeno mágico, automático, distribuye las riquezas disponibles sin esfuerzo alguno. Lo demás parece ser un cuento de camino, una fábula enredadísima que para descifrarse necesitamos aprender bien algunos argumentos interesados y acomodaticios, algunas ciencias inventadas para justificar el desmadre, la incomprensión, la indiferencia, los antidepresivos y ansiolíticos que dicta el mercado para poder llegar, a rastras, y ser exitosos en un barco que se hunde torpedeado por nuestros propios desatinos, al separarnos de la naturaleza solo para desecarla y morir en el mayor despliegue de estupidez universal. Hay que cambiar el rumbo de esta demencia. Dejemos de tapar la calamidad con un dedo. Dejemos de formar parte de una estadística triste, costosa e ingenua a juro, de futuros brillantes gratuitos. Dejemos de buscar explicaciones a lo obvio: todo lo que no provenga de una acción amorosa, desinteresada, separada del miedo, seguirá produciendo esta joya vergonzosa de nuestro tiempo que, mirando con mera lógica y sentido común, nos delata como unos pendejos de primer orden.