lunes, 19 de agosto de 2019
"El País"
La crisis
que tenemos desde hace rato en el país se convierte inmediata e inevitablemente
en el tema de conversa. Ese “país” se va convirtiendo en la terrible referencia
con la que adjetivamos todo lo malo a nuestro alrededor. Pues déjame decirte
que “el país” se está metiendo en la casa, en el trabajo, en la escuela, en la
empresa, en la iglesia; y como está regado por todos los rincones, la nueva
moda luce normal, porque “la cosas son así”, porque “hay que sobrevivir”,
porque “sálvese quien pueda”. Es así, entonces, como vemos corrupción en el
trabajo y la iglesia, robos y asesinatos en las casas y las escuelas,
dictaduras y abusos en los hogares, las escuelas y las oficinas públicas,
además de la indiferencia que cobija todo el panorama. Ojalá que algún día no
muy lejano deje de existir esta normalidad contemporánea que nos hace
participar a juro, cuando menos, como cómplices silenciosos.
miércoles, 7 de agosto de 2019
El ego te gobierna (o Demostración rápida de aceptación)
Una noche de
sueño difícil por causa del vecino y sus fiestas, de sus risas, su pumpún y sus “ruidos” constantes, interminables. Esa
desfachatez del individuo desconsiderado que ojalá y viniera la policía y se lo
llevara, pero como no se lo lleva, voy a estar cada minuto mentándole la madre
y quién sabe si un día de estos le corto el cable de la corriente del tablero
principal. ¡Qué ladilla! ¡Así no se puede vivir!
Al día siguiente,
en ese mismo dormitorio y a la misma hora, con tu misma mentalidad justiciera,
arranca a caer un tremendo aguacero. Las gotas inmensas caen en los toldos y
produce un “sonido” constante e interminable. Con el rugido de los truenos y los
fogonazos de los relámpagos se meten en ese mismo dormitorio, pues solo se te
ocurre dormir despatarrado y hasta con una sonrisa en los labios, comentando
mañana a tus compañeros lo sabroso que dormiste anoche en esa ausencia de
silencio y oscuridad constantes.
Ni se te ocurre
fijarte en el grado de violencia de tu reacción a la fiesta del vecino, en
contraposición a la aceptación que practicas con el aguacero. ¿Aceptación?
¿Aceptación a qué? Pues te diré que no puedes denunciar a nadie por el agua que
cae del cielo. No puedes quejarte ante ninguna autoridad por los relámpagos que
se meten por la ventana. No puedes “corregir” la situación del clima.
Aceptación a lo inevitable, a lo injuzgable, a lo incorregible, a lo natural, a
lo que no tiene caso cuestionar.
¿Será que podemos
practicar esta aceptación al resto de situaciones a las que nos resistimos altisonante
y diariamente, y hacer que, quién sabe, hasta nos dé ganas de dormir un
camarón? Suerte con eso.
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