jueves, 15 de diciembre de 2022

Agua no sube cerro

Es tan difícil explicar el amor verdadero con palabras, que hay que buscar una manera. Su presencia es tan imponente que no se necesitan normas, reglas que controlen las situaciones. El amor tendrá la sabiduría necesaria para decidir qué hacer sin ser erudito. Comparémoslo con el comportamiento del agua. El agua se rige, en principio, por la gravedad. Luego está el terreno en que se encuentra. El agua fluirá entre las irregularidades metiéndose por las rendijas o los pasajes que lleven hacia abajo, como las quebradas, como los ríos. Rodeará a los obstáculos y seguirá su camino. La única manera en que el agua detenga su camino es que se estanque. Cuando llega al lago, a la laguna, alcanza el equilibrio perfecto entre la gravedad y el terreno que la contiene. Así es el amor… el amor de verdad. Nadie tiene que decirle por dónde caminar, qué hacer. La bondad será su gravedad y los terrenos que deba transitar serán sus circunstancias. Si entiende la bondad a largo plazo, el amor seguirá por ese rumbo y no por las angosturas que aparenten atajos. La lucha no será su estímulo, sino una consecuencia añadida por las mentes de las personas. La diferencia entre el amor y el comportamiento del agua es que nosotros sí somos conscientes de nosotros mismos, de nuestro bienestar, y sobre nosotros también habrá de derramarse algo de ese amor que prodiguemos a los demás. El agua no sube cerro y el amor dado sin bondad desinteresada no es amor.

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