domingo, 4 de septiembre de 2022

En la recta final

En el camino a no temerle a la muerte, de no armar un drama que raye en lo histriónico y, por el contrario, irse agradecido incluso en medio de dolores físicos, hay que deconstruir el momento para hacer el plan definitivo y llevarlo a cabo. ¿Miedo a la muerte? Claro, pero ¿por qué? ¿Porque vamos a dejar de ver a nuestros queridos queridos o porque vamos a dejar de probar las comidas y demás placeres que me mantienen lejos del dolor? ¿Acaso porque nuestros queridos queridos van a sufrir extrañándonos o porque nuestro cuerpo estará en un cajón o porque puede que nuestros huesos crepiten en un horno gigante antes de residir en un jarroncito o ser regado en algún paraje de nuestro paisaje favorito? Quien sabe, pero el miedo a lo desconocido, el culillo de no entrar al cielo o la posibilidad de un infierno no estarían descartadas. Finalmente, creo que es posible, incluso sin creencia religiosa, llegar al momento final sin ese miedo de borde de barranco que muchos experimentan y se van muy a pesar de ellos. Tal vez algo de agradecimiento y aceptación después de tantas decenas de años de existencia nos hagan tranquilizarnos. Quizás ir enderezando la existencia, la cotidianidad presente y aceptar la riqueza de estar vivos y ostentar ese regalo desde hace tanto tiempo, hagan que al fin vivamos cada presente como nunca y así soltar ese miedo malagradecido y cobarde a dejar esta tierra, deseando estúpidamente vivir más… más de esta empresa que no supiste administrar.