Desde hace algún tiempo, hay un
pensamiento que se me está afianzando en la cabeza, y es que todo es como es,
fue como ha sido, debido a sus causas: lo que es, es como es como efecto
perfecto de los factores que lo originaron. Se me antoja que todas las
manifestaciones de este momento son producidas, gramo a gramo, por un
antecedente que las modeló así y no de otra forma.
No
siempre ese antecedente, esa causa, debe ser conocido por nosotros, pero de
verdad existe y allí puede radicar muchas de las frustraciones que nos afectan
a diario protagonizadas siempre por el “eso no debería ser así”, cuando si,
examinando lo que ocurrió antes y generó la situación en cuestión, sabremos que
“eso sí debe ser así” y no pudo ser de otra manera. Cuando no sabemos de dónde
salió un hecho, una conducta, un efecto cualquiera, nuestros condicionamientos
salen a relucir y establecemos nuestros juicios inflexibles que comienzan a
gritar: “eso no debió ser así”, “eso fue por flojera”, “tú no sirves para eso”.
¿Qué
hacemos? Aceptarlo. Pero aceptarlo no quiere decir calársela o resignarse. Aceptarlo
es sentarse a conocer las causas verdaderas de lo que ocurrió sin el torbellino
de emociones fastidiando el proceso, con la mente y el corazón abiertos,
dispuestos a actuar con todo el amor que requiere la situación. Aceptarlo es el
primer paso en el camino para corregirlo, si ese fuese el caso, porque sabiendo
las causas de ese tan molesto producto, podríamos contribuir a mejores
resultados de ahora en adelante. Esas causas, escondidas entre lo inconsciente
y lo ignorado, pueden estar agazapadas detrás de la crianza, de la cultura
local e incluso de un sospechado designio divino.
El
asunto es que nada es casualidad, nada es repentino. La manera de visualizarlo
es que muchas cosas no están actualmente al alcance de nuestra conciencia o de
nuestro conocimiento. Hay infinidad de temas que se nos escapan, por
falta de experiencia o al menos de experiencia consciente, y hasta que no
estemos dispuestos a abrir bien los ojos y el pecho a las posibilidades,
seguiremos de atorrantes e insoportables para nosotros mismos y para los demás,
derramando nuestro juicio insensato y nuestras sentencias basadas en un punto
de vista tan limitado como puede ser el de cualquier ser humano.